viernes, 19 de marzo de 2010

Omar Tobío: “Ante la violencia en la escuela, el docente debe recuperar la propia palabra”

Omar Tobío, docente-investigador de la UNSAM, habla en esta entrevista de la pérdida de la autoridad docente como una de las causas de la conflictividad en la aulas y sostiene que la salida debe ser un reposicionamiento ético del maestro y una propuesta de la escuela frente a la cultura mediática que nos rodea.

Por Marcelo Aguilar, Marcelo Albornoz y Francisco Albarello
Entrevista publicada en Prisma Sindical, publicación periódica del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) Seccional Capital, Año 2, N° 7, Septiembre de 2008.

¿Qué relación advierte entre la violencia escolar como se la conoce y la violencia o la anomia social que estamos viviendo en este último tiempo?
Yo más que pensar en anomia pensaría en términos de una profunda desestructuración social, que no es coyuntural sino que está estructuralizada. Porque cuando pensamos en anomia, en el sentido clásico del término, desde Durkheim en adelante, la anomia es una debilidad en la posibilidad de que las normas se apliquen. El problema con que nos  encontramos acá es que las normas son directamente violadas por quienes se espera que las tengan que cumplir. Es permanente el ver que la policía no cumple con lo que tiene que cumplir, es permanente ver que los médicos incurren en la mala praxis, y muchas veces apañados por instituciones. Y no resulta inverosímil pensar, aunque no sabemos si es culpable, que alguien que estuvo en instituciones apoyando y conteniendo a quienes son abusados sexualmente, después sea acusado de abuso sexual. Entonces, esto es más que anomia, es una desestructuración social muy fuerte en la cual la autoridad que dice que va a hacer algo después termina haciendo lo contrario, o al menos parece que hace lo contrario. Uno se pregunta: ¿por qué hay permanente trasgresión? Y yo diría, desde una mirada más sociológica, que esta trasgresión tiene que ver con una búsqueda personal de ciertas comodidades de carácter material o de otra naturaleza, y donde no hay vínculos ideológicos en lo que uno va analizando, sino que quienes detentan el poder o están ocupando el lugar de poder muchas veces están regidos por estas formas de individualismo. Entonces lo que no vemos de la autoridad es un intento, una propuesta de creación de lazo social. Porque el lazo social tiene que ver con dar el ejemplo, esto de hacer lo que digo que hay que hacer, y a partir de allí establecer una serie de puntos de referencia común para poder desplegarnos socialmente.

¿Cómo impacta esta situación en la institución escolar?
En este marco, las instituciones como tales terminan siendo un estorbo, una molestia, y entre ellas la escuela. En la escuela se espera que los profesores enseñen, pero lo que dicen los padres es que los chicos no saben cuánto mide el Aconcagua, entonces la escuela se transforma en una pérdida de tiempo, en un obstáculo para los chicos, que lo que quieren es salir a consumir los elementos que la cultura mediática les está ofreciendo. Los chicos piensan: “estoy con alguien que me está enseñando contenidos sobre Historia, Geografía o lo que sea, que no tienen nada que ver conmigo”. Entonces lo que vamos encontrando es que la institución escuela dice que enseña, aparentemente nadie aprende, el maestro está ahí adelante haciendo algo que se supone que es enseñar pero con una serie de rituales que no tienen anclaje en lo que los chicos están requiriendo o esperando y desde ahí lo que aparece es un ignorar al docente.

Y allí aparece la violencia y la indisciplina…
La violencia o la indisciplina yo diría que no son novedosas, siempre hubo indisciplina, siempre hubo actos de violencia. Podemos pensar que, cuarenta años atrás, un acto de violencia era poner un petardo en la escuela, como una forma de rebelión, pero eso se hacía a escondidas, en forma oculta. Ahora, en cambio, se maltrata a un profesor para que lo vean los demás. Y esto sucede porque la autoridad escolar como tal no existe más, por lo tanto es ignorada. Entonces ya no se va a hacer un daño por detrás, en secreto, sin que vea nadie, sino que se lo va a hacer abiertamente, porque no importa el docente. Y esto no se arregla con poner amonestaciones, porque esa herramienta tiene que estar en función de una autoridad que esté antes constituida y que pueda aplicar la sanción.

Entonces, ¿cuál es la solución?
Hay que empezar por recuperar la propia palabra desde la propia disciplina, que es lo que cada profesor maneja: desde la Matemática, desde la Geografía, desde la Historia. Es decir, recuperar ese saber, y que ese saber es útil para un proyecto social y para un proyecto nacional. Desde ahí se va a empezar a recuperar la autoridad, y no desde otro lugar.


Medios y conflictos

En el artículo publicado en Página/12 Ud. alerta sobre los “conflictos de baja intensidad” que se producen cotidianamente en la escuela. ¿Puede profundizar ese concepto?
El conflicto de baja intensidad es este conjunto de situaciones que se generan a partir de ignorar al otro. Dado que el otro no tiene una palabra lo suficientemente potente ante la cual el estudiante no se pueda oponer ni se sienta interpelado, esta carencia va a dar lugar a una pérdida de vínculo y esta sensación de desprecio permanente. Esta sensación de desprecio permanente es justamente este conflicto de baja intensidad, por el cual el otro no tiene entidad no solamente como profesor sino como ser humano. Cuando yo veía el acto que le había pasado a una profesora del barrio de Caballito, en el cual el estudiante ya estaba teniendo un contacto físico con la profesora a la que le intentaban quemar el pelo, pensaba que esto no solamente no se le hace a una profesora sino que no se le hace a un ser humano. Es decir, directamente hay una pérdida de la densidad del otro como ser humano. Esto es algo que nuestra sociedad está perdiendo: entender al otro como alguien complejo y diferente y que esa diferencia y esa complejidad no tiene que ser algo amenazante para uno sino que justamente esa diferencia y esa complejidad es enriquecedora. Pero, justamente, el problema es que esa riqueza aparece en una institución que lo que hace es molestarme, entonces, la forma de resistirse a eso es no prestando atención, hablando, tirando papeles, sacando el celular, sacando fotos o haciendo cosas graciosas. Cuando yo era chico tampoco me interesaba saber el régimen de precipitaciones del Orinoco, pero lo aprendía, porque había una estructura que te obligaba, y ante la cual uno se resistía, pero había conflictos puntuales o aislados cuando no te veían.

¿De qué modo se produce este debilitamiento en la autoridad del docente y qué tiene que ver con esto la potencia descomunal de los medios de comunicación?
Esta pérdida de la autoridad se vincula con un término que está circulando mucho ahora y que es el de “destitución”. Hay una destitución simbólica de la autoridad docente, y esto de alguna manera tiene que ver con lo que se hace desde afuera pero también hay procesos en los cuales con sus propios errores el docente se autodestituye. Lo que hay que pensar es qué es lo que cada profesor hace para destituirse, cómo es que deja escapar la palabra. Entonces, si bien tenemos fuerzas tan poderosas que erosionan, que sacan la autoridad, que destituyen, también hay fuerzas internas nuestras que nosotros no podemos manejar, por las cuales también nosotros destituimos. No sabemos cómo tomar una palabra que establezca nexos.

Pero, ¿qué se debe hacer ante los medios?
No hay que entrar tanto en esa competencia con los discursos mediáticos sino tratar de pensar en paralelo. Tratar de generar un nuevo a sentido a ese otro sentido que se está generando desde los medios. Estos otros medios, estos otros relatos que están por fuera de la escuela, tienen una potencia tan grande, tan enorme, que es muy difícil ir contra ellos. Pero acá podemos rescatar algo: la escuela es el lugar que rompe el cotidiano, que trae algo diferente. Fue pensada para esto, y en algún momento, durante todo el siglo XX, tenía un proyecto sólido que era introducir una matriz estadocéntrica con el objeto de formar ciudadanía, y esa matriz rompía de alguna manera la cotidianeidad. Las maestras en el campo iban a buscar a los chicos a los ranchos porque muchas veces los padres no los querían mandar a la escuela porque querían que se quedaran a trabajar. La escuela tenía esa autoridad de ir a buscar al chico. Eso hoy no sucede, hoy la madre de un alumno le pega a la maestra porque ésta dijo que su hijo se drogaba.

¿Entonces, qué papel juegan los medios en la indisciplina escolar? ¿La favorecen, la promueven?
Creo que tienen incidencia, pero no creo que sean determinantes, porque me parece que  lo que mayor incidencia tiene es el nivel de diálogo que los chicos sostienen con sus padres, con sus hermanos, con sus amigos, más allá de lo que estén los medios haciendo. Creo que hay una huida de los adultos, ya sean padres o docentes. Hay una retirada de la palabra de los adultos hacia los chicos. Entonces, si los adultos no están, los medios, que tienen tanta fuerza, empiezan a ocupar ese espacio. Y además de que los adultos nos fuimos, le empezamos a pedir a ellos cosas que no estamos haciendo nosotros.

¿Y cómo se puede recuperar esa autoridad docente que se ha destituido?
Yo creo que lo que tenemos por delante los profesores es pensar el sentido de nuestro hacer. Es decir, sabemos nuestra disciplina, pero ¿para qué queremos enseñar nuestra disciplina?. En el caso de Geografía, que es mi disciplina, a mí me parece que es importante tener en claro que los territorios que constituyen las sociedades no son homogéneos y que tienen que ver con las contradicciones sociales. Entonces, si en la imaginación de la mayoría de las personas hay barrios enteros que en el mapa están borrados, esa ausencia no es casual. Que un muchacho que vive en una villa de emergencia cuando va a buscar trabajo tenga que mentir sobre su referenciación geográfica, eso no es casual, eso es un problema, eso tiene que ser dicho en la escuela, y no sé si siempre está dicho.
Y otra cosa: no hay que pensar en cuánta Geografía aprendieron los alumnos, sino en qué apropiación original o diferente pudieron hacer de esta materia en su tránsito por la escuela. ¿Sirve para decodificar las injusticias que están expresadas físicamente sobre la trama urbana? ¿Sirve la Geografía que se está enseñando para entender la conflictiva con las entidades patronales rurales? Esto es lo que hay que preguntarse, éste es el sentido del hacer, y si uno tiene claro esto, las otras cosas, las más lejanas, como el régimen de precipitaciones del Orinoco, pueden hasta resultar conexas y cercanas.
Cuando uno cree en lo que enseña, la atención del otro se capta. No hace falta tanto instrumento ni tanta herramienta alambicada, lo que hace falta es querer la propia disciplina, estar convencido y saber cuál es el sentido de ella.


El escurridizo interés de los alumnos

¿Cómo se puede captar la atención de los alumnos?
Tratar de captar la atención de los alumnos es algo muy escurridizo, gelatinoso, que se nos escapa todo el tiempo. Porque el interés de ellos tiene que ver con lo que plantean los medios y la vida mercantil. Me parece que todo lo herramental que hay en Pedagogía, en Didáctica en general y en las didácticas específicas, tiene que ser puesto en función del sentido de lo que se está haciendo. Si hay alguna condición escolar que habría que generar en las escuelas es la posibilidad de que se piensen, libremente y más allá de la mirada de los chicos, es decir, fuera del aula. Y lo que también tenemos que tener en claro es que no todos los profesores van a querer pensarse en estos términos. Esto puede resultar antipático decirlo, pero tiene que haber alguna instancia en la cual se estimule a aquellos profesores que quieran comprometerse más.

¿Es decir, no es que a los alumnos no les interesa absolutamente nada, sino que lo que no les interesa es la propuesta que le hacen los docentes para abordar los diferentes temas?
Es que los chicos ven que los profesores van a caretear, aunque no quieran hacerlo y haga lo mejor que pueda. La cuestión es cambiar la posición del docente. Vos podés tener las mejores herramientas, podés ir a los mejores congresos de Didáctica y de Pedagogía, pero si no cambiaste de posición seguís teniendo los mismos problemas. No hay una herramienta que haga que los chicos aprendan tu disciplina mejor que la semana pasada, no la hay. A menos que esa herramienta la pongas en un contexto de nuevo sentido, es decir, cambio de posición: ¿por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo acá? ¿Me estoy refugiando en el pasado, quiero volver al pasado? Lo pasado ya está pasado, y mejor que sea así porque era una matriz profundamente autoritaria que yo particularmente no quiero. Pero lo que todavía no hemos podido lograr es crear una matriz democrática que pueda reemplazar aquella otra que existió hace treinta años. Hay como una cierta ilusión de creer que con nuevas metodologías o con nuevas tecnologías o instrumentos yo voy a poder hacer una óptima enseñanza, y eso es un error, porque es volver sobre el mismo problema.

Entonces, ¿dónde está el interés de los chicos?
Como docentes deberíamos tratar de pensar en cuáles son los intereses que están por detrás del interés aparente del chico, el interés real. Hay que hablar en términos clásicos de Marx: el interés de clase. Podemos negociar nuestro interés con el interés de los jóvenes, un interés que no sea erosionado por la cultura mercantil. Éste es el interés no percibido por ellos, y es el que nosotros conocemos. Porque no sólo se trata de decirles “ustedes son todos tontos porque están sacando fotos todo el tiempo, porque están mirando a Tinelli o porque están colgados de los programas más tontos del cable”. No, el tema es rodear la situación y tratar de llevarles la idea de que acá lo que hay que hacer fortalecer el carácter, saliéndose de este modelaje que establecen los medios frente a ellos.

¿Qué es la “cultura massmediática” y qué debe hacer la escuela frente a ella?
Lo que hace la cultura mercantil contemporánea es filtrarse por toda nuestra vida y establecer mecanismos de dominación hacia el interior de nosotros mismos, y uno de los elementos con los que cuenta esta cultura es la potente llegada a los medios con su enorme diversificación. Entonces, como yo digo en el artículo, los medios pueden competir en el mejor lugar y de la mejor manera con el discurso docente a través de un muy buen documental, pero también de la peor manera con un movilero diciendo cualquier cosa como podemos ver en un lugar donde se está cortando una ruta. Pero tampoco todo lo que hay en el mundo massmediático es igual, entonces lo que hay que aprender es a negociar con esa cultura mediática y apropiarnos de lo bueno. Ahora, para apropiarnos de “lo bueno” se requieren ciertos saberes que son previos: capacidad de raciocinio, posibilidad de argumentar y densidad en el lenguaje. Por ejemplo, cuando entro a Internet tengo que saber qué es lo que estoy buscando y no ir a tontas y a locas. Esto es previo a la cultura massmediática, y ésta no te lo va a dar, sino que te lo va a dar la escuela. La escuela antigua, pesada, dura, cuyo papel es ese: romper con lo cotidiano.
Insisto: hay que tener desarrolladas las habilidades y los saberes de la cultura letrada para conectarse con la cultura mediática, porque si no la cultura mediática te erosiona. Y de hecho, lo que tiene la escuela que insistir es en ésto, en volver a introducir la cultura letrada.


Una salida ética

¿Cómo hacemos para meter todo esto en la currícula de la formación docente?
Tiene que haber una decisión política de realizar una política de estado y de pensar de acá a treinta años. Es decir, empezar a pensar una currícula totalmente diferente donde  la ética no sea una materia perdidita por ahí sino que la ética sea central en quienes están enseñando en el profesorado.

Que cruce todo transversalmente…
Que cruce la vida!... El problema es que la ética está afuera, y no está en uno. El reposicionamiento que yo planteo es ético: ¿para qué hago lo que hago? Cuando uno está entero éticamente al otro lo tenés, estableciste contacto, porque el otro captó lo que vos querés decir y lo que querés hacer, y ahí está el interés. Porque es un interés que tiene que ver con lo humano. Mi planteo es muy clásico: es “el maestro” que –entero- enseña. Y no sabemos de mil disciplinas, y tampoco tiene que ser cuantitativo, sino que debemos saber cómo establecer un nexo, un lazo. Se trata de establecer lazos sociales en una sociedad que no establece lazos sociales, sino que lo que estableces son patrones de consumo, porque el consumo, como dice Baumann, no genera lazo social, sino que genera individualismo. Entonces, si yo voy a dar clases nada más que para cobrar el sueldo y para sacarme a esos mocoso insolentes de encima, en realidad estoy entrando, por el costado, a las formas individualistas. Posiblemente no se sepa cómo encontrar la manera, pero a mí me consta que hay profesores que quieren salir de esto.

2 comentarios:

  1. Este año realice mis practicas en una escuela publica, y mas alla de mi nula experiencia en el trabajo docente, la conexion con mis alumnos, se establecio a partir del dialogo a la reflexion, a enseñar modos de actuar con etica y de sostener principios, necesitan comprender no solo la ciencia en mi caso geografia, sino el porque, logre enseñar, cuando tome lo cotidiano y estableci un vinculo hacia un conocimiento mas formal.
    Fui alumna del Profesor Omar Tobio, favorecio enormemente mi formacion docente, en contenidos formales, didacticos y cotidianos del hacer docente.

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