sábado, 6 de marzo de 2010

Maria Rosa Almandoz: “No es posible que los docentes desconozcan la complejidad, porque estalla todos los días adentro del aula”

Entrevista realizada a la Directora del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) para la revista "Primera Impresión", del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) Seccional Capital, septiembre de 2005.

La Directora del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) describe la compleja situación de los jóvenes de áreas urbanas y rurales, y lejos de visiones románticas o espiritualistas de la vocación, apuesta por el trabajo en equipo y por un profundo compromiso personal con la labor docente para transformar la realidad.



Docente por vocación


¿Cuál es la situación de la labor docente en la compleja situación actual?
Si uno mira en qué entorno el docente trabaja y cuáles son los desafíos que tiene que afrontar cotidianamente, lo primero que uno concluye, sabiendo que hay mucha diversidad de situaciones, es que el docente es uno de los profesionales, de los trabajadores, que más jaqueados están por esta complejidad. Por supuesto que hay docentes que trabajan en instituciones que tienen todas las condiciones para que puedan dignamente ejercer su profesión, pero sabemos que esa no es la condición de la mayoría de las escuelas, ni en el interior de las instituciones ni en el contexto en que estas instituciones están.

¿Cómo es esa realidad compleja de los jóvenes a quienes el educador debe dirigir su tarea?
A fines de los años 80`, cuando estaba en la Dirección General de Planeamiento de la Secretaría de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, hicimos un trabajo sobre condiciones laborales docentes. Ya en ese entonces, cuando no teníamos la agudización tan clara de indicadores como tenemos hoy en términos de desocupación y de pobreza, esa realidad demandaba a los docentes una tarea muy ardua, teniendo en claro que la educación no iba a resolver las condiciones de pobreza, pero sí que se tenía que hacer cargo de esas condiciones. A eso se sumaba el tema de la adolescencia en las zonas urbanas, lo que muchos se dedican a estudiar como “culturas juveniles”. Se trata de jóvenes, chicos prematuramente adolescentes o prematuramente jóvenes, que son muy difíciles de visualizar dentro de las categorías teóricas que los docentes han analizado y estudiado en su tramo de formación e incluso son características culturales y sociales en las cuales el mismo docente no está formado.

¿Qué límites tiene la formación de los docentes?
El diálogo intercultural en zonas urbanas es un desafío brutal para los docentes, además de que los contenidos disciplinarios también requieren una mirada muy actualizada por parte de ellos. Afrontar la formación hoy como educador, como responsable de orientar, de sostener, de evaluar los procesos de enseñanza- aprendizaje es un gran desafío, y creo que le pasa lo mismo a los perfiles que están involucrados en políticas sociales en general, como los trabajadores de la salud o los trabajadores sociales, quienes hoy tienen un contexto muy desafiante, y ahí no hay teoría ni academia que valga.

¿Qué atributos debe tener un docente para educar en esta situación?
Uno a veces cae en posturas casi románticas, porque si no hay cierto compromiso personal y social muchos profesionales de la educación no pueden ser educadores. Y esto puede sonar a volver a las visiones más apostólicas de la docencia, cosa que no comparto. Pero es cierto que uno ve que en estas situaciones tan difíciles salen airosos muchos de aquellos que por compromiso personal, político, ideológico y social pueden moverse en esos contextos haciendo una labor educadora, por eso yo digo que es un don personal, porque es muy simplista pensar que se puede resolver con sólo formación inicial,  con formación continua o capacitación.

En este contexto, ¿qué lugar tiene la vocación docente?
Yo no tengo una visión muy espiritualista de la vocación, yo creo que la vocación se forma. Es cierto que hay ciertas tendencias personales a elegir, pero hay que tener la posibilidad de elegir. Nosotros eso lo vemos muy claro en el área tecnológica y técnica, cuando se cuestiona que no tenemos suficientes ingenieros o suficientes técnicos. Lo que sucede es que las escuelas no enseñan suficiente matemáticas y física, en el real sentido del término, no es que no tengan horas de esas asignaturas. Y yo creo que con la vocación docente sucede lo mismo, con un adicional que es que el mercado laboral docente es un mercado que ha tenido una particularidad en los últimos años. Si uno compara sobre todo con los índices de desocupación y quiénes son los que han elegido la profesión docente para su formación o para trabajar, puede comprobar que si bien es cierto que es un mercado con salarios devaluados, sigue absorbiendo personal.

¿Y cómo es vista la profesión docente por el resto de la sociedad?
La docencia es una profesión claramente femenina, y hay una feminización de la docencia hasta en el ámbito universitario. Asimismo, los que eligen la docencia no siempre son los perfiles que apuntan a los mayores niveles de capital simbólico, porque es un sector bastante devaluado dentro del mercado, lo cual es un poco más complejo de resolver solamente aumentando los índices salariales. Es decir, en el contexto actual, la profesión docente hoy no tiene el mismo valor cultural o social que tenia treinta o cuarenta años atrás, en términos de autoridad, de reconocimiento y de prestigio. Y eso forma vocaciones, porque las profesiones tienen un rasgo componente, aparte de muchos otros, que es la valorización social que hay de esa profesión.


¿Escuela en crisis?

¿Hay una crisis de la escuela?
Hay mucha diversidad de escuelas y no hay generalidades. A veces, cuando hacen esos planteos tan genéricos de la crisis de la educación, la crisis de la escuela, el deterioro de la escuela, etc., sostengo que hay un contraste muy grande entre esas afirmaciones generalistas y las caras de directores, de docentes, de profesores que uno ve en las escuelas. Hay una vieja frase que dice: “lo pequeño es hermoso”, pero yo creo que todo esto que a veces uno habla en términos generales, se juega en lo pequeño, y en lo pequeño uno encuentra equipos docentes espectaculares, no porque tengan máster ni doctorado, sino porque han podido generar un grupo humano que realmente puede afrontar esta complejidad.

¿Qué particularidades tiene actualmente el trabajo cotidiano de los docentes en las aulas?
Yo visito, por lo general,  escuelas del área técnica, es decir,  técnicas industriales y agrotécnicas, y dada la diversidad de los perfiles de los docentes –hay profesores, profesionales universitarios, ingenieros y técnicos- veo que se arman equipos muy particulares de trabajo, y ésta es una característica de esta época: antes los docentes podían cerrar la puerta del aula y el espacio privilegiado de trabajo era adentro de ella. Hoy eso no basta, es muy difícil en situaciones complejas. Si no hay cierta formación de equipo y de solidaridad en el cuerpo docente es muy difícil afrontar con mínimas condiciones de calidad la tarea de enseñar. Se necesita la alianza del par, en la ayuda en el sostén, en la desesperación que se produce, porque si hay algo que es el mandato docente es el poder transformar, y eso se encuentra en el que tiene el mayor compromiso. Esa colaboración se necesita hoy mucho más, es condición casi indispensable si lo comparamos con la docencia que podíamos hacer veinte o veinticinco años atrás.

¿Y cómo son los adolescentes y los jóvenes de la actualidad?
En las escuelas técnicas, que tienen mucha vinculación con una formación ligada a la posibilidad de trabajo y del empleo porque es una formación bastante especifica orientada a ese campo, hay un trabajo paralelo que hay que hacer que es poder pensar positivamente para adelante. En las zonas urbanas y suburbanas es mucho más difícil que en el ámbito rural. En este último –no sé si porque hay un distinto contacto con la naturaleza- encontramos una mayor homogeneidad social, es más fácil construir una visión de que “se puede hacer”. En cambio, en zonas urbanas y suburbanas las culturas juveniles son mucho más complejas, están muy mediatizadas por grupos y subgrupos culturales con culturas juveniles muy distintas desde hábitos de vestimenta, consumos musicales y actitudes sociales. La cultura juvenil de la ciudad es mucho más gregaria del pequeño grupo, hay como una identidad muy endogámica, muy metida dentro de uno.

¿Qué diferencias hay entre el contexto de los jóvenes del campo y de la ciudad?
En el ámbito rural se dan más fácilmente los diálogos intergeneracionales, tal vez porque las escuelas agrotécnicas funcionan los 365 días del año, con lo cual tienen que mantener las guardias porque si no los animales se mueren o las plantas no se conservan, y por eso hay mucha participación de padres, hermanos y abuelos, y ese diálogo intergeneracional hace a una salud de lo comunitario desde el punto de vista psicológico y social que en el ámbito urbano es muy difícil de encontrar.
Además, en las zonas urbanas está la mayor concentración de aquellos chicos con padres de treinta y pico de años que no han tenido la experiencia de sentirse insertos e incluidos desde el punto de vista del trabajo. Entonces, el involucrarse en un proceso de producción, formal o informal, no es una experiencia que la puedan heredar de los padres. Es decir, el tema de la exclusión social es muy neta en las áreas urbanas.
La exclusión social no permite la proyección o visualización de proyecto a futuro, y sobre todo en la etapa en que se forma adolescentes y jóvenes creo que es una de las cosas básicas a poder reconstruir con los chicos, aparte de darles instrumentos de conocimiento y saberes que estén actualizados, que sean relevantes, que sean significativos. Me parece que también hay una reconstrucción del “sentirse que pueden” cuando todo los demás le dicen que no, que no hay futuro, que no va a haber trabajo, que para algunos sectores la vida digna no es una expectativa posible.

En este vínculo de la escuela con la comunidad, ¿cuál es el compromiso de los padres en el proceso educativo?
Cuando algunos afirman muy tajadamente que los problemas de los jóvenes son los adultos, yo lo comparto. Los adultos tenemos un rasgo generacional de cierta desrresponsabilización por parte de los jóvenes, en algunos casos con el discurso de la autonomía de los jóvenes, o el respeto por los jóvenes. Pero en realidad hay mucho abandono, y esto se expresa en los docentes pero también se expresa en los padres, cuando van y le dicen al docente “¿por qué no habla con mi hijo?, porque a mi no me escucha...”. Hay mucha delegación de responsabilidad paterna de filiación del hijo que está depositada en la escuela, y muchos docentes lo asumen, pero no tienen por qué hacerlo. Es decir, la escuela es una institución formadora y educadora de saberes formales. Esa afirmación de que la escuela tiene que ser “contenedora”, yo creo que frente a la ausencia de otros vínculos sociales lo tiene que hacer, pero no es el mandato primigenio de la escuela. Celebro que haya docentes que lo asuman y reemplacen, pero tenemos que tener claro que están reemplazando y sustituyendo a otros.
A mí me parece que muchas de las grandes y múltiples problemáticas que tienen  los adolescentes y jóvenes hoy es que los adultos no hemos cumplido el papel de filiación en el sentido más amplio: protección, provisión -que no es lo material, acompañamiento, alianza de los adultos para proteger a los jóvenes. Hay múltiples ejemplos de rivalidades entre adultos, docentes y padres, directivos y padres, que no son más que disputas entre adultos, y los chicos terminan siendo cautivos de esos enfrentamientos.

¿Cómo reaccionan las escuelas ante la complejidad y la diversidad de situaciones que se presentan en las aulas?
La diversidad la tienen los docentes cotidianamente adentro del aula, no solamente adentro de la escuela, y los docentes producen respuestas distintas frente a eso.
Los mismos docentes están sometidos a la precarización laboral, no pueden desconocerla. Además, hay algunas escuelas que, por el entorno en que están y por las opciones que toman los directivos y los docentes, han dejado de dar respuesta al mandato originario que es formar y enseñar aquellos labores formalizados, para convertirse en “instituciones contenedoras”. Es decir, se acompaña a los chicos a los servicios de salud, garantizan el comedor, hacen el seguimiento, detectan los problemas de violencia doméstica, de violencia sexual, de violaciones, de consumo de drogas, de chicos que roban, etc. Ningún docente, de cualquier nivel educativo y de cualquier modalidad que esté en estos entornos va a negar que esto es con lo que convive todos los días. Algunos docentes afrontan esta realidad con estrategias complejas: buscan alianzas con el sector de  trabajadores sociales, con grupos que trabajan estas dinámicas desde lo  psicosocial o de la antropología cultural. Y otros, frente a semejante bombardeo, bajan la persiana y tratan de mantener la rutina escolar cotidiana. Pero más allá de eso, no es posible que los docentes desconozcan la complejidad, porque estalla todos los días adentro del aula y adentro de la escuela, esto es cotidiano. Y esto sucede tanto en las escuelas privadas como en las públicas.
Por último, hay otras escuelas que están en zonas como en el barrio de Belgrano, o San Isidro, en el centro de Córdoba o en el centro de Rosario, en donde estas condiciones no estallan adentro porque han logrado generar una especie de country escolar, una zona vallada donde los chicos están a salvo, y sus padres están tranquilos porque sienten que sus hijos están protegidos.

¿Qué se debe hacer en materia de política educativa para fortalecer a las escuelas técnicas?
Yo creo que hay una clara fractura entre lo macro político  y lo micro político, y el problema es que si se mantiene esa fractura es muy difícil ayudar a resolver las dificultades adentro del aula porque los docentes terminan estando solos. La transferencia fue el ejemplo más claro: no es que se le dio autonomía a las escuelas, sino que se las dejo a su libre albedrío o a su libre posibilidad de subsistencia; aquellas que pudieron sobrevivir, lo hicieron, y aquellas que no, han caído. Hubo una suerte de darwinismo social. Y muchas han logrado mantenerse, pero en realidad habría que lograr una alianza entre lo micro político y lo macro político. Y en esa dirección está la Ley de Educación Técnica, la cual tiene obligaciones para los estados nacionales y provinciales, y no para las escuelas, y eso me parece bien, porque creo que la responsabilidad es del Estado y no de los particulares que trabajan en las escuelas.

Los medios y la educación tecnológica

¿Qué visión de la escuela y la educación construyen los medios masivos de comunicación?
Yo creo que si hay algo importante de la prensa informativa, y lo fue así históricamente, es que a la vez que informa, forma ciudadanía. Y con ciudadanía me refiero a que ayuda a que la opinión pública,  a que las posturas de las personas, no sean manipuladas por otras sino que sean una propia decisión. Pero hay una parte escandalosa de la prensa que no ayuda, porque así como hay falsa la generalización de que todo está mal o está bien, y no estamos diciendo nada en ninguno de los dos casos, frente a un caso de violencia, un techo que se cae, un piso que se hunde o baños que no están en condiciones, el hecho de generalizar o de hacer de un caso único la totalidad es tan falso el uno como el otro. Y siempre vende más  aquello que es escandaloso que aquello que es cotidiano y laborioso. A mí me encantaría que la prensa muestre lo que no sale en los noticieros, los casos en que las escuelas trabajan muy bien, donde hay muy buen trabajo cooperativo de docentes con estudiantes. Por ejemplo, hace poco participamos de los Premios Innovar 2005, destinado originalmente a inventores, e incluimos una categoría especial para escuelas técnicas. Se presentaron cerca de 190 trabajos, y así como aquí se presentaron tantos proyectos, se presentan cerca 250 en contenidos para Internet. Es decir, hay todo otro conjunto de escuelas laboriosas, que trabajan, que ponen tesón, que empujan  y que quieren mostrar y ojalá la prensa escribiera más sobre eso.

Los medios construyen estereotipos de la escuela de los que cuesta salirse...
Lo que sucede es que la prensa tiene una forma de comunicación instantánea, que tiene que ser claramente sintética, con un tiempo muy acotado y un discurso muy lineal: sujeto, verbo y predicado. Por ejemplo, cuando empezamos en el 2003 a trabajar aquí en el INET, una frase remanida que teníamos era “recuperemos la educación técnica, recuperemos la identidad de las escuelas industriales y de las escuelas agrotécnicas”. Esa frase nos duró dos meses, porque cuando hicimos la primera reunión con los directores de escuelas agropecuarias, una directora -ingeniera agrónoma- me dijo clarísimamente “nosotros no tenemos que recuperar nada, nosotros tenemos identidad”, y tenía razón. A partir de allí, nunca más hablé de la recuperación de la escuela técnica o la escuela agrotécnica, porque es cierto que están, que tienen identidad y que no hay que recuperar nada. En todo caso hay que fortalecerla,  mejorarla, viabilizar recursos, favorecer procesos de capacitación, dotar bibliotecas y poner maquinarias en los talleres y en los laboratorios. Lo que sucede es que uno acuña eslóganes, por esa visión sincrética del mensaje que vehiculiza el medio de comunicación masivo, que te obliga a frases, de sujeto, verbo y predicado simplemente. La complejidad es muy difícil de trasmitir, porque la complejidad requiere reflexión, requiere explicación, sino no, no es complejidad. Si uno la simplifica en una frase se puede llegar a ser muy injusto con lo que sucede.

Desde su perspectiva, ¿cómo sería una la educación tecnológica?
Consumir medios, artefactos, máquinas o herramientas no significa tener educación tecnológica. Yo entiendo que las campañas de educación digital para el dominio básico de las computadoras es útil, pero eso no significa que se tenga educación tecnológica o una educación técnica. La educación técnica y tecnológica tiene un fuerte basamento matemático, físico y químico, implica volver a recuperar una perspectiva que hoy está muy carente en la formación de los jóvenes. Si uno mira la currícula y los planes de estudio, las áreas humanísticas, sociales y artísticas tienen una expresión bastante fuerte por lo menos en cargas horarias, y lo científico y tecnológico -o la educación tecnológica- hoy no está desprendida de ese conocimiento de base. Yo tengo un celular y no paso de saber manejar  diez botones del celular. Ahora, ¿qué sucede adentro del celular?, ¿por qué es posible?. A mí me resulta totalmente incomprensible. Y ese conocimiento de la electrónica y de la microelectrónica, eso si es educación tecnológica. En cambio, manejar el aparatito, como manejar el teclado de la computadora, ése es un usuario de derivaciones de la innovación tecnológica. Es cierto que en el sistema educativo estamos bastante flojos en poder desarrollar estos conocimientos en los chicos. Somos más usuarios de artefactos que productores, y eso se forma.

¿Y esto tiene que ver con un modelo de país, el pasar de ser consumidor a productor de tecnología, como por ejemplo el caso del software libre?
Claro, el tema del software libre es uno de los desafíos más interesantes con jóvenes y adolescentes. Cuando se hicieron las instalaciones y distribuciones de las aulas informáticas el año pasado, a las máquinas se le han instalado Microsoft, o sea software propietario y software libre. Este último requiere mucho más conocimiento, es más desafiante para los chicos, y no es tan fácil encontrar docentes que los formen, más aún  cuando los mismos chicos se autoforman, son consumidores de Internet y tienen unas lógicas mucho más frescas que nosotros los docentes, quienes tenemos que cambiar categorías para entender estas nuevas tecnologías. Ellos, en cambio, ya nacieron digitales, y el potencial educativo para otros campos transversales de la tecnología es espectacular.

Para concluir, de su etapa de formación, ¿a qué docente recuerda más y por qué?
Si bien yo siempre tuve inclinación por las ciencias básicas, recuerdo mucho a un profesor de Letras, el profesor Peña, quien falleció hace muchos años. Era super exigente, pero se transformaba cuando leía teatro y poesía, y creo que la pasión que tenía este profesor primero me introdujo en la literatura, y me mostró todos los mundos posibles a los que uno puede acceder por los libros. Yo hasta huelo el papel de los libros, porque me gusta el olor de las imprentas, y creo que eso me lo trasmitió ese profesor.
Después tuve otro profesor, ya en el ámbito universitario, que fue Emilio Miñone, quien me formó más en lo político social. Era un tipo con un compromiso y dolores personales muy fuertes, pero profesor realmente en todo.
Finalmente, en el ámbito académico, compartí mucho tiempo con Alicia Bertoni, una socióloga especialista en metodología de la investigación, una especie de madre académica muy fuerte. Empecé y me formé con ella, era una persona con mucho conocimiento de su campo y también con una conducta personal muy fuerte.
Yo creo que uno recupera de los profesores aquellos que pudieron transmitir pasión y conocimiento sobre su campo, acompañados de cierto compromiso y postura frente a la realidad. Creo que esos son los profesores que uno más recuerda, y hasta los incorpora como parte del súper yo y en momentos clave uno se pregunta “¿que diría el profesor Peña si me viera en esta situación?”.



* María Rosa Almandoz es Licenciada en Ciencias de la Educación, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y tiene un Postgrado en Metodología de la Investigación Científica de la Universidad Nacional de Lanús. Es especialista en Sociología de la Educación, Planeamiento y Evaluación y Metodología de la Investigación Socio-Educativa. Es también Consultora de organismos internacionales de cooperación y asistencia técnica, autora de numerosas publicaciones en el campo de su especialidad y docente universitaria en el nivel de grado y  postgrado en diversas universidades. Fue Subsecretaría de Postgrado en la Universidad Tecnológica Nacional, y actualmente es la Directora Ejecutiva del INET, del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación.

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