Una forma de asegurar el fracaso es poner, de entrada,
expectativas muy altas, casi inalcanzables, de modo que cuando se comprueba que
no se alcanzó el objetivo sobreviene la frustración y el desánimo.
Los planteos que sostienen que los cambios tecnológicos
generan efectos rápidamente –lo cual traducido en forma negativa sería algo así
como “si algo no funciona enseguida es que entonces está mal”- caen en el mismo
error que procuran condenar. Se necesita un cambio cultural y la sola
innovación tecnológica no da por sentada la innovación cultural.
El artículo que La
Nación publicó el pasado sábado 24 de marzo, apenas iniciado el ciclo
lectivo 2012 y bajo el título “La netbook
casi no se usa en el aula” es un buen ejemplo de esas expectativas altas
que luego no se comparecen con lo que sucede en la realidad. El artículo citaba
un estudio realizado por el Observatorio de la Educación Básica de la Argentina, el cual está integrado
por la Fundación del Centro de Estudios en Políticas Públicas, la Universidad
de Buenos Aires (UBA) y el Banco Santander, con el apoyo del Ministerio de
Educación de la Nación. Según dicho estudio, un 52% de los docentes del nivel
primario no usaba la computadora en la escuela, mientras que un 73% manifestó
que la empleaba en su hogar. Asimismo, en el nivel secundario el 58% de los
docentes no usaba las netbooks en clase, mientras que un 84% dijo que la
conectaba en su casa. Es así que sólo un 8% de los maestros del nivel primario
y un 10% del secundario expresaron en aquel momento que abren la netbook en el
aula.
En mi
opinión, el cambio pedagógico siempre es lento. Llevamos 500 años
de cultura impresa, donde el libro se consagró como el dispositivo de enseñanza
por excelencia, y el pizarrón –con tiza o marcador- sigue siendo el paradigma
dominante en la forma de explicar. Lo que se necesita para cambiar la forma de
dar clases es la utilización progresiva y persistente de los dispositivos, en
este caso la netbook, que no necesariamente deben reemplazar al libro y al
pizarrón. Hay que incluirlos complementariamente no sólo en la currícula, sino
también en las planificaciones de clase,
en las metodologías de enseñanza y en las formas de evaluación. Que esto no
suceda durante el primer año de la implementación del Modelo 1 a 1 (una computadora por alumno),
tanto en el Programa Conectar Igualdad a nivel nacional como en el Proyecto S@rmiento
BA en el ámbito porteño, no tiene que ser visto como un fracaso, sino como un
largo camino que empezamos a recorrer, donde la formación de los docentes es un
eslabón fundamental, que habrá que sostener, mejorar y adecuar. Son muchos los
docentes que están en Facebook, pero no se animan o no se les ocurre cómo
utilizar las redes sociales en el aula. Salvando las distancias, algo similar
ocurre con los alumnos: utilizan la netbook para el entretenimiento y la
comunicación (entran a las redes sociales, escuchan música, ven videos, juegan)
porque para ellos es un dispositivo que se ajusta perfectamente a sus demandas,
pero no pueden dimensionar –porque apenas ahora se lo estamos mostrando- un uso
educativo. Hay que crear una cultura de utilización educativa de las netbooks,
y eso es un proceso de largo aliento.
Muchos especialistas de reconocida trayectoria en el
mundo de la educación, así como también los que tenemos experiencia en el
sistema educativo desde el llano, coinciden en que la sola innovación
tecnológica no da por sentada la innovación cultural, que toda provisión de
equipamientos debe ir orientada primero por un cambio de planificación, por un
proyecto pedagógico que de sustento a esa innovación; Entonces, crear la
expectativa de que este cambio se va a dar mágicamente –digamos en un año o
menos- y pensar que los docentes en forma masiva se van a plegar a una
transformación radical en la forma de dar clases implica depositar en la
herramienta mucho más que lo que la herramienta puede darnos, significa
sobredimensionar sus posibilidades y esperar que de golpe mejore la educación,
sin mediar un proceso crítico de cambio cultural que se debe dar al interior de
las escuelas.
Francisco me pareció muy atinado el contenido de la nota. Considero que la cuestión de dimensionar las fuerzas que se ponen en juego a la hora de una transformación tan profunda de la educación y la cultura es crucial. Opino que muchas veces aquellos que generan planteos de tipo numérico, tal o cual porciento, están lejos, lejísimos del campo donde se desarrolla la tarea cotidiana de trabajar junto a los profes, capacitar, y promover diferentes usos de la tecnología. Este divorcio entre teoría, efecto, expectativa e implementación suele producir situaciones injustas, evaluaciones apresuradas y poco profundas.
ResponderEliminarNos convoca esa tarea extraña entonces de avanzar sabiendo qué hacemos pero no siempre contando con el apoyo que requieren dichas transformaciones.-
Un abrazo
J
Gracias Juan Rot! No puedo estar más de acuerdo con tu opinión, y me siento muy identificado con el tono con el que hacés estas afirmaciones. Hace falta tener una mirada compleja que atienda lo inmediato de la coyuntura pero que no deje de apuntar al proyecto a largo plazo.
ResponderEliminarAbrazo!